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Manín de LLuces |
Una noche que duermo de un tirón, sin apenas movimiento, sin recordatorio de pensamiento. Hoy es un día como otro cualquiera, todo depende del ánimo. Pero bueno quiero mejor ir describiéndolo así como las ideas que me pasan por la cabeza.
La temperatura en la calle es de 3 ºC, está lloviendo casi todo el tiempo, el cielo tiene una tonalidad gris oscura, podría decir un gris plomizo. A pesar de todo siguen trabajando en una fachada de los los edificios de enfrente. Golpeteo mecánico, ruido de taladro en el edificio exterior y en el interior, sonido de grifos, pasos, correr de mesas y sillas. Esto no es bueno para la concentración y menos para poder meditar. Tengo una frase que debo trasladar a mi mente para poder entenderla, “una cosa que exista de manera que no tiene necesidad sino de sí para existir”. Primero la apunto en un papel, la meto en mi bolsillo de la chaqueta, cojo mi máquina de escribir y me voy a la calle.
Tengo suerte, en el momento que pongo el pie en la acera, ya no llueve pero noto frío. El suelo está mojado, entre la carretera y las aceras hay charcos. Me pasa por la cabeza una idea. ¿Puedo acaso predecir el futuro haciendo una lectura de los charcos? Me resulta interesante, o por lo menos novedoso, podría crear escuela y tener adeptos, yo les enseñaría parte de los secretos para la lectura de charcos. ¿Y cuando no llueve?¿Acaso no podríamos adivinar el futuro? Claro que si, lo único es trasladarse a una charca, buscar otro punto de vista. “El pasado se evapora, como él líquido de las Charcas”. Bonita frase debo apuntarla. Saco mi libretita y con un lápiz, escribo.
Sigo caminando, tengo meditada la dirección, no paseo sin rumbo, sé el camino a seguir. Pero por un momento me detengo. Quiero hacer una lectura de mi futuro inmediato. Veo un gran charco apelotonado contra la acera, me acerco, y empiezo a mirar. Sombras, pero fijandome un poco más ya comienza a salir reflejada mi imagen. ¿Soy yo?¿Soy el reflejo de mi mismo?¿Quizás sea parte intrínseca del charco? Por un momento levanto la mirada. Se está acercando peligrosamente un vehículo a una velocidad un poco elevada para el tipo de vía. Va salpicando a toda la gente.¡Flash!, se disparan las neuronas, imagen del coche a mi altura y mojandome. Tengo los suficientes reflejos para esquivar. No así el perro, y la señora que van caminando. El agua salió catapultada y se desplazó convirtiéndose en un tsunami de amplias proporciones, para después en una parada casi seca, caer por acción de la gravedad, encima del perro y la señora.
- ¡Me cago en tu put...dre! Hijo de...
Encadenamiento de acción reacción. En un instante física pura, veo como se puede convertir un tsunami. Para después seguir con la química, una serie de reacciones neuronales, llevan conexiones eléctricas para que unos músculos y aire articulen unas palabras. ¿Qué complejo puede llegar a ser todo? “Si tuviésemos que desmenuzar cada cosa del pensamiento perderíamos el todo del conjunto”.
Uff, por un pelo, menos mal que tuve reflejos,... al lado pasa un señor con bigote debajo de nariz, posiblemente no tiene otro lugar para crecer.
-¡No te jode!
Iba convirtiendo sus pensamientos en palabras. Me hubiera gustado saber más sobre sus pensamientos, pero para eso debería seguirlo, y yo tenía ahora otro objetivo. Seguir adelante, siento una gran ola de agua, me empapaba todo mi cuerpo.
-¡¡Joder!!
No daba crédito estaba feliz, había conseguido la lectura futura en la imagen reflejada de un charco. Se encadenaron en mi mente todas las ideas; charco, ola, mojado, ¡no te jode! Un gran hallazgo, podía predecir el futuro.
Mojado de pies a cabeza y con mis zapatos, haciendo succión mientras caminaba, y una sonrisa en la cara, una amplia sonrisa. La gente me mira de forma extraña, y la verdad no sé por qué. No tenía tiempo a preguntarme.
Había llegado a mi destino. Un lugar para meditar y escribir. No diré dónde, me niego a ello. Solo lo describiré, y aquellos que lo adivinen mejor para ellos, los demás que se j...n.
Es una entrada muy amplia, a los lados me observan dos figuras de piedra inclinadas hacia mí, empujo la puerta de madera pesada, chirría y entro. Oscuro, silencioso, con varias hileras de bancos. A la izquierda una especie de vasija con un poco de agua. Más adelante un habitáculo de madera oscura. Ese es mi lugar de escritura. Entro me siento, saco mi máquina, cierro la puerta, coloco mi linterna de cabeza y la enciendo. Empiezo a escribir, el sonido del tacleteo, resuena como eco, recorriendo toda la nave. Me estremezco, y escucho. Nada. Continuo.
-¡Padre!- oigo una voz, me detengo quedo sin aliento. Mi corazón palpita más deprisa. -¡Padre!
…................
Un hombre camina mojado, sube las escaleras del Templo. Dentro de la nave en penumbra todo es silencio. Se dirige al confesionario, en su mano izquierda porta una maleta de color granate. Tras de si se cierra la puerta, entre las rendijas asoma un pequeño hilo de luz. El silencio monacal es roto por un repiqueo de letras que inunda toda la estancia. ¡Silencio!, de nuevo se oye otra vez el golpear.
Una mujer de pelo azabache cabizbaja atraviesa el pórtico, va en dirección al habitáculo, se arrodilla. No siente el sonido, sus pensamientos están absortos en otro lugar.
-¡Padre!- no haya respuesta, vuelve a repetir -¡Padre!
Un pequeño murmullo como riachuelo que se percibe en la distancia apenas imperceptible se deja escuchar. A la voz femenina sigue una voz masculina. Sólo se distingue el tono.
Un sollozo brota de la garganta de la mujer, lleva sus manos a la cara y con presteza abandona la iglesia.
Detrás le sigue el hombre, no lleva nada en sus manos, cuando está a punto de alcanzarla, la pierde en la maraña humana. Mira en todas direcciones, se alza de puntillas, pero ya no la ve.