Manín de Lluces |
(Continuación del Caballero Oscuro)
Atropa vivía en el bosque con su abuelita, había hecho pastelitos que quería llevarle. Ella no vivía con su abuelita, vivía sola, tampoco hacia pastelitos, no le gustaba el dulce, y tampoco quería llevarle nada a nadie. No quería conocer a macho alguno. No sentía necesidad. ¿Por qué, no sentía necesidad? Voy a intentar encontrar un razonamiento lógico. Mejor, no voy intentar ningún razonamiento, que cada uno razone lo que quiera. Así que comenzaré de nuevo esta historia.
Esa noche Atropa no podía dormir, sentía desasosiego, la luna era luna y además llena. Atropa, era un poco lunática, y le afectaba la luna llena...también la menguante, creciente, decreciente y nueva. Osea le afectaba todo, lo cual la hacía dormir muy pocas horas, siempre pensando, siempre soñando. No había conocido varón, por lo cual, era doncella. ¿Quizás fuese por vivir apartada en un bosque y nunca bajase al pueblo? Posiblemente sería una de las razones.
Cuando se miraba al espejo no sabía si era bella, porque nunca antes se había comparado con otra doncella. Solo se comparaba con su abuela. Y ahora tampoco, porque su abuela ya no estaba. Así, guapa o fea, nadie lo sabía. Pero solo de momento.
Aquella madrugada se levantó temprano para recoger Belladona. El rocío salpicaba las plantas, y la nube abrazaba los árboles, de tal manera que apenas podía distinguirse camino. Aunque esto no era problema. No era problema porque pasaba de todo. No le importaba nadie ni nada, solo sus hierbas y sus experimentos. Pero sigamos por el camino del bosque. Fue a un lugar donde crecía la Belladona y por supuesto, era la época y el tiempo perfecto. Conocía todas sus propiedades, no sólo de la belladona, si no de muchas más cosas. Tenía todo el tiempo del mundo para experimentar. Y si hubiese vivido en otra época, algún premio habría recibido. Pero en esa época ¡No! o sí, todavía estaba en edad y a tiempo de ser quemada en hoguera, de ser purificada por Bruja. Cuánto bien hizo la Iglesia, cuando tenía más poder. Tampoco quiero extenderme con ello, pero el que quiera que se extienda, y el que no que siga leyendo.
Ya cerca de la belladona, sintió una sensación extraña en la boca del estómago. Se sentía observada. De un salto apareció ante sí un caballero. Ella no sabía lo que significaba ser caballero, y tampoco el otro lo comprendía. Pero, si sintió, lo que sintió. Algo le desgarró el cuerpo, un dolor la invadió, que se mezcló con otras sensaciones.
Ni un ¡Ay! Pudo decir cuándo sitio en su cuerpo la punzada...
El caballero oscuro se levantó, limpió su arma la guardó y la observó mientras ella gemía.
-¡mmm! ¡Oh! ¡Ah!
-Desventurada has sido por cruzarte en mi camino. Ahora me marcho y ahí te quedas.
Ella lo miró con ojos suplicantes, y una lágrima salió de sus ojos deslizándose sobre su mejilla. Él agarró las riendas, y así como se acercó, se alejó al galope.
Y así tirada en el suelo, vio como se marchó el Caballero. Extraña sensación, no sabía explicar en aquel momento, pero tiempo después, cuando se pudo recuperar, si que supo y entendió. Sabía lo que tenía que hacer.
Hoy he terminado esta historia a sabiendas, que más adelante, otro día, volverá a aparecer, o quizás nunca vuelva a aparecer.